4 sept 2008

Thomas de Quincey






El lector tiene ante si la relacion de una epoca que para nosotros dos fue dolorosa como la leyanda de un sueño horrible que ya no volvera.Entre tanto he venido otra vez a Londres:otra vez recorro por las noches la calle de Oxford;a menudo,cuando me abruman las ansiedades que solo puedo resistir acudiendo a toda mi filosofia y al consuelo de tu presencia,advierto que me separan trescientas millas y tres meses de tristeza,miro las avenidas que van de la calle de Oxford hacia el norte,recuerdo las angustiadas exclamaciones de mi juventud y,al pensar que aguardas sola en el mismo valle,señora de la misma casa a la que hace diecinueve años se volvia mi corazon en su ceguera,me digo que aunque en verdad ciegos y en los ultimos tiempos lanzados a todos los vientos,los impulsos de mi corazon se hunden en un pasado mas remoto y cabe buscar en ellos otro sentido;y si me permitiera retornar a los deseos impotentes de la infancia,me diria otra vez mientras miro hacia el norte...Oh,quien tuviera alas de la paloma...y con certeza confianza en la bondad de tu naturaleza llena de gracia podria añadir la otra mitad de mi antigua exclamacion: para volar hacia alla en busca de consuelo.

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